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Museo Carlista de Madrid

Un cuadro inédito sobre la Primera Guerra Carlista atribuible a Jenaro Pérez Villaamil

Actualizado: 10 may 2023

La pintura del siglo XIX sobre la Primera Guerra Carlista es escasa, y especialmente referida a batallas o episodios militares de aquella contienda. Las principales obras son las debidas a Francisco de Paula van Halen (“Batalla de Ramales”), Mariano Fortuny (“La Regente María Cristina revistando a las tropas”), José Vallespín (“Acción de Vargas”) y Jenaro Pérez Villaamil (Batalla de Arlabán”). Cuadros que se cuentan con los dedos de una mano. Por eso, es siempre una grata noticia la localización de una nueva pintura referida a la primera de las guerras carlistas, y especialmente si se trata de un cuadro desconocido hasta ahora y atribuible a uno de los más destacados artistas de la pintura española del XIX.


El Museo Carlista de Madrid ha incorporado a su colección la magnífica obra “Escena de la batalla de Ayete en 1836”, adquirida recientemente a un anticuario de la ciudad de Milán.

La pintura, un óleo sobre lienzo de 1,54 x 1,03 m, sin firma, muestra una escena de la batalla que tuvo lugar el 5 de mayo de 1836 en las cercanías de San Sebastián, que enfrentó a los carlistas con las tropas de la Legión Auxiliar Británica comandada por el general George Lacy Evans.



Batalla de Ayete,  Jenaro Pérez Villaamil

En el marco, también de época, se encuentra una tablilla con un texto en inglés, explicativo de la escena mostrada en el cuadro, cuya traducción es: “Asalto y captura de las líneas carlistas fortificadas de Ayete, cerca de San Sebastián, por las fuerzas británicas y española, bajo el general Evans, 5 de marzo de 1836. El enemigo fue derrotado, su general Segastibel muerto, su artillería, posición y trincheras capturadas. Las pérdidas británicas fueron severas 1000, incluyendo 100 oficiales”.




El cuadro no está firmado y es de autor desconocido, pero todo apunta a que pueda tratarse de una obra de Jenaro Pérez de Villaamil y d'Hugueta​ (Ferrol, 3 de febrero de 1807-Madrid, 5 de junio de 1854), por las similitudes evidentes con su pintura, y en particular con el cuadro Ataque a un convoy carlista. Batalla de Arlabán que se encuentra en la Sala 17 de Arte Europeo del Museo Nacional de Bellas Artes, de Buenos Aires (Argentina).

Batalla de Arlabán, de Jenaro Pérez Villaamil

Ataque a un convoy carlista. La batalla de Arlabán, obra de Jenaro Pérez Villaamil



Sabemos que, condecorado en 1838 con la Cruz de San Fernando por su actuación militar en 1823 en contra de los realistas, Pérez Villaamil exhibió ese año en la Academia de San Fernando, de forma excepcional, una escena contemporánea, Ataque a un convoy carlista o La Batalla de Arlabán, donde el dramatismo del asunto se acentúa por la sombría oscuridad en que transcurre la acción.

La batalla de Arlabán, pintado en 1838 sobre lienzo de 84 x 101 cm, llegó al Museo de Bellas Artes de Buenos Aires por donación de María Salomé Guerrico de Lamarca (nacida en Buenos Aires en 1903) y Mercedes Guerrico, nietas de Manuel José de Guerrico -hijo de José Prudencio de Guerrico Mújica, natural de Ceraín (Guipúzcoa) y de Ana María de Mújica Arrese- que fue uno de los primeros coleccionistas argentinos. En Europa, comenzó a formar su colección de arte con fines educativos, que llevó a Argentina en 1848. En 1895, su hijo José Prudencio donó 22 de esas obras para contribuir a la creación del Bellas Artes, inaugurado un año después. Pero fue en 1938 cuando 627 piezas de la colección Guerrico ingresaron al Museo bonaerense.


Según la ficha del Museo del Prado accesible en Internet, Jenaro Pérez Villaamil es el creador y máximo representante del paisajismo romántico español. Nacido en El Ferrol, se trasladó muy joven a Madrid. En 1823, ante la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, se incorporó al ejército del Gobierno liberal, y fue herido en la campaña de Andalucía y trasladado a Cádiz como prisionero de guerra, donde permaneció desde 1823 hasta 1830 y asistió a las clases de la Academia gaditana. Tras una breve estancia en Puerto Rico, regresó a España en 1833, año en el que conoce al pintor escocés David Roberts, que le trasmitió la concepción paisajística romántica británica, a la que permaneció fiel toda su vida. En 1834 se estableció en Madrid, consiguiendo una carrera de éxitos crecientes, que alcanza pronto una dimensión internacional. En 1835 es nombrado académico de mérito de la Real Academia de San Fernando y en 1840 pintor honorario de cámara. De 1840 a 1844 permaneció fuera de España, y publicó en París su España artística y monumental, el más bello libro de viajes litografiado del romanticismo español. Viajó por Francia, Bélgica y Holanda, adquiriendo obras suyas los reyes de estos países. En 1844, regresó a Madrid y un año después fué nombrado teniente director de la Academia de San Fernando y catedrático de paisaje de dicha corporación. Murió aún joven, cuando decaían ya las concepciones paisajísticas románticas.


La escena de la batalla de Ayete presenta el paisajismo característico de las obras de Pérez Villaamil



Su obra tiene una primera etapa prerromántica que discurre desde 1823 hasta 1833, año en que conoce a David Roberts, que influiría decisivamente en su pintura. La segunda etapa, la romántica, discurre por la directriz paisajística británica que aprendió de Roberts, un paisajismo con predominio de las vistas con motivos arquitectónicos envueltos en románticos celajes crepusculares, e interiores de monumentos con atmósfera de ensueño, todos ellos generalmente medievales y poblados de personajes populares. Importantes obras suyas se conservan en el Museo del Prado, en el palacio de la Moncloa (Patrimonio Nacional), Museo Romántico de Madrid y Museo de Bellas Artes de Buenos Aires.

Conocemos que la obra de Villamil fue muy apreciada por compradores internacionales. Dos de sus últimos cuadros, pintados en 1854, serían encargos del embajador británico, lo que nos habla del conocimiento que del pintor existía entre los británicos vinculados a España. Quizás uno de ellos, que hubiera servido en la British Auxiliary Legion o tuviera, por algún motivo, relación con ella, le realizara el encargo del cuadro de la Escena de la batalla de Ayete, que habría que situar en 1838, es decir, en la misma época en que pintó La batalla de Arlabán.


British Auxiliary Legion, Jenaro Pérez Villaamil

Detalle de Escena de la batalla de Ayete mostrando a las tropas de la Legión Auxiliar Británica y a su jefe, el general Evans sobre caballo blanco.


Las similitudes de composición, técnicas y cromáticas entre la obra de Jenaro Pérez Villaamil y nuestra Batalla de Ayete son evidentes, y no pueden explicarse más que por ser ambas obras del mismo pincel.

En ambas batallas, significativamente, intervino la Legión Auxiliar Británica, bajo el mando de George de Lacy Evans, lo cual puede guardar relación con el encargo de ambos cuadros.


Comparación detalles cuadros carlistas de Jenaro Pérez Villaamil

Arriba, fragmento del cuadro La Batalla de Arlabán, de Pérez Villaamil. Abajo, dos fragmentos del cuadro La Batalla de Ayete. Resulta evidente la misma autoría en los dos casos.


La batalla de Ayete representada en el cuadro que atribuimos a Jenaro Pérez Villaamil se conoce también a veces como la batalla de Lugariz y tuvo lugar, como dijimos, el 5 de mayo de 1836 en las proximidades de San Sebastián.

En la página web del Museo Zumalacárregui se proporcionan más detalles sobre este episodio de la Primera Guerra Carlista que recogerían los pinceles de nuestro pintor:

Los carlistas sitiaron San Sebastián a finales del año 1835 bajo el mando del general Sagastibelza. Éste pretendía atacar y tomar la ciudad, pero el general Eguia, jefe militar carlista, deseaba mantener el sitio sin ataques. Los donostiarras solicitaron ayuda al general liberal Córdoba, quien les envió a la Legión Británica. Sagastibelza solicitó más hombres a Eguia, pero éste necesitaba las tropas y no pudo enviarle apoyo.



"Sketch of Entrenched Camp of Carlists. May 5 1836" (Croquis de los campos atrincherados carlistas. 5 de mayo de 1836)


El 5 de mayo, 4.500 británicos y 1.500 liberales bajo el mando del general George Lacy Evans envistieron las posiciones carlistas, que retrocedieron hasta Lugaritz, Munto y Puyo.


Vistas de las cercanías de San Sebastián, que recuerdan a las representadas en el cuadro de Escena de la batalla de Ayete. Grabado de Henry Wilkinson, procedente del libro Sketches of scenery in the basque provinces of Spain, publicado en Londres en 1838 por Ackermann & Co, y que se conserva en el Koldo Mitxelena Kulturunea.



Detalle del cuadro Escena de la batalla de Ayete. La topografía representada de los alrededores de San Sebastián recuerda a la del grabado de Wilkinson.


Los carlistas de Ayete frenaron el ataque británico con tres cañones. Mientras tanto, los que dejaron el convento del Antiguo y se fortificaron en Lugaritz tuvieron que soportar el más duro ataque liberal con bayoneta. Sufrieron muchas bajas, lo que les obligó a desistir y retirarse. Dos embarcaciones de la armada británica llamadas "Phoenix" y "Salamander" apuntaron sus cañones a las posiciones carlistas e incendiaron el caserío de Lugaritz. Además, para desgracia de los carlistas, el general Sagastibelza recibió un disparo en la cabeza durante una carga con bayoneta y falleció al instante. Fortalecidos por 1.300 soldados que llegaron en barco, los británicos volvieron a lanzar el ataque, obligando a los carlistas a retirarse hasta Oriamendi”.


En definitiva, la incorporación de la pintura reseñada a los fondos del Museo Carlista de Madrid, no sólo supone un enriquecimiento de su extraordinaria pinacoteca de pintura relacionada con el Carlismo, sino que da a la luz la que cabe considerar una gran obra de uno de los grandes pintores españoles del siglo XIX, que permanecía completamente desconocida hasta la fecha.

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1 Kommentar


fgpy
09. Nov. 2022

Magnifica obra e interesante comentarios tanto sobre el pintor como sobre la batalla de Ayete. Sin ser experto en el análisis de técnica artística sí puedo señalar que coincido con ustedes en la similitud de trazos y ambientación de personajes en el paisaje, lo que hace a la obra acreedora de la atribución de la autoría.


En todo caso es un cuadro precioso y digno de ocupar un lugar preferente en tan espléndido Museo. enhorabuena

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