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Museo Carlista de Madrid

El legado Valde-espina en el Museo Carlista de Madrid

Actualizado: 18 ene 2022


Juan Nepomuceno de Orbe, IV marqués de Valde-espina

Una característica diferencial del carlismo respecto a otras corrientes políticas es la existencia de familias en las que la lealtad a un Ideal se ha trasmitido de padres a hijos a lo largo de lustros, constituyendo ejemplares estirpes en las que el apellido familiar se ha fundido con una Causa sentida como parte de su patrimonio espiritual. En algunos casos, esa lealtad fue premiada por los reyes de la dinastía con títulos nobiliarios, que orgullosamente ostentaron las distintas generaciones en reconocimiento al afán que dio sentido a la vida de sus antepasados. Nos vienen a la memoria nombres como los Tristany, los Elio, los Ram de Viu o, más recientemente, apellidos como Llaguno, Baleztena o Hernando de Larramendi. Pero de entre ellos, hay uno que ejemplifica quizás mejor que ningún otro, esa perdurabilidad en el servicio de la causa que trasciende la vida de sus protagonistas para reverdecer al paso de cada nueva generación: nos referimos a la estirpe de los Orbe, y a los sucesivos marqueses de Valde-espina, uno de los títulos nobiliarios de mayor abolengo en las provincias vascongadas.

El primero de los marqueses de Valde-espina -titulo concedido por Felipe V en 1736- en brillar en la historia carlista fue José María de Orbe y Elío, tercer portador del título nobiliario. El III marqués de Valde-espina es una figura clave de nuestra historia, porque encarna, mejor quizás que ningún otro personaje, la continuidad de la Causa tradicional y contrarrevolucionaria a lo largo de los distintos conflictos bélicos en la que esta se manifestó desde el triunfo de la Revolución en Francia en 1789. Luchó contra los insidiosos principios liberales en la llamada Guerra contra Francia o contra la Convención, entre 1793 y 1795. Se levantó después, como buen vascongado, en la Guerra de la Independencia contra los ejércitos napoleónicos que pretendían esparcir la semilla revolucionaria por nuestra patria. Cogió más tarde las armas como voluntario realista para enfrentarse al Trienio Constitucional que impusieron los afrancesados que hicieron suyos los postulados del liberalismo. Y finalmente, abrazó la Causa de Don Carlos en la insurrección carlista de 1833, siendo uno de los más leales y cercanos colaboradores del rey legítimo hasta su fallecimiento. El monarca reconoció sus servicios concediéndole el expresivo título de duque de la Confianza.


Pero si abundantes fueron los servicios del III Marqués de Valde-espina a la causa de la España tradicional, no le quedó a la zaga Juan Nepomuceno Orbe (1817-1891), que le sucedería años más tarde como IV Marqués de Valde-espina. Luchó con su padre en la Primera Guerra Carlista, marchó al exilio al no aceptar el Convenio de Vergara y, tras el derrocamiento de Isabel II, fue senador y puso su espada al servicio del Pretendiente carlista, llegando a teniente general y Jefe del Estado Mayor del Ejército Real de Carlos VII. Al acabar la guerra vivió de nuevo en el exilio, regresando a España en 1880, para hacerse cargo del Carlismo en el territorio vasco-navarro. Poco antes de su muerte, acaecida en 1891, el monarca carlista reconoció sus extraordinarios servicios y lealtad nombrándole capitán general honorífico.


También sus hijos lucharon por la Causa de la legitimidad y la España tradicional en la Tercera Guerra. José María de Orbe y Gaytán de Ayala (1848-1933), V marqués de Valde-espina, participó en destacadas acciones, siendo ascendido a comandante y nombrado Ayudante de órdenes del propio Don Carlos, que le concedió en 1876 el título de Vizconde de Orbe en agradecimiento por su fidelidad. Tras regresar del exilio y a partir de 1904 participó activamente en la política carlista, ejerciendo como alcalde de Ermua y Astigarraga y siendo elegido en 1911, 1915 y 1918 presidente de la Diputación de Guipúzcoa. En 1919 siguió a Vázquez de Mella en su escisión del jaimismo.


En cuanto a su hermano Cándido de Orbe y Gaytán de Ayala, nacido en 1855, se incorporó al ejército carlista con solo 14 años como alférez de Caballería del Ejército Real. En 1873 entró en campaña como ayudante del general Elío. Participó en las operaciones contra el díscolo cura Santa Cruz, así como en la batalla de Montejurra y en el sitio de Bilbao. Su arrojo en el combate le mereció ascensos sucesivos ascensos, acabando la campaña como comandante de Caballería y obteniendo del rey el título de conde de Mariaca. Tras años en el exilio, regresó al palacio de Astigarraga en el que había nacido, desde donde trasladó más tarde su residencia a San Sebastián. Fue diputado provincial de Guipúzcoa y vicepresidente de la Liga Foral Autonomista, manteniendo hasta su fallecimiento su adhesión a la bandera de Dios, la Patria, los Fueros y el Rey.


La familia Orbe, multiplicada en una numerosa descendencia, ha conservado en su propiedad abundantes recuerdos de su vinculación carlista, legados por sus antepasados y amorosamente preservados hasta nuestros días por Javier de Orbe Piniés, nieto de José María Orbe y Gaytán de Ayala, a quien sus hermanos encomendaron su custodia. Sobrepasados los noventa años de edad, y tras descartar otras alternativas a la vista de la derrota seguida por numerosas instituciones públicas en Guipúzcoa, e incluso en Navarra, el ilustre descendiente de los marqueses de Valde-espina decidió el pasado verano depositar en el Museo Carlista de Madrid esos recuerdos carlistas, con el objetivo de ponerlos al servicio de la difusión y conocimiento de la Causa por la que luchó siempre su familia.

El legado Valde-espina, merced a la extraordinaria generosidad de la familia Orbe, ha pasado así a ser una de las joyas del Museo Carlista de Madrid, que ha permitido un salto cualitativo en el mismo y un incremento notable del atractivo de los fondos que en él se exponen.


Se encuentra en el legado una hebilla que perteneció al III Marqués de Valde-espina formando parte de se uniforme en la Guerra contra la Convención. Unida al grabado con su retrato, procedente del palacio de Astigarraga, en la sala de la Primera Guerra del Museo, constituye todo un símbolo de esa continuidad, rastreable en la biografía y genealogía de los protagonistas, exponente de esas estirpes familiares que integraron en su ADN el servicio a la Causa de la Tradición católica y española.


Hebilla de José María de Orbe y Elío en la Guerra contra Francia. Legado Valde-espina. Museo Carlista de Madrid

Entre las piezas de gran valor histórico, destaca el shamshir o sable persa, con empuñadura de bronce y nácar, que fue usado por Carlos V en la Primera Guerra. El sable pasó después a manos de su nieto Carlos VII y este lo regaló al IV marqués de Valde-espina, que luchó con él en la batalla de Eraul, en la que resultó herido y en la que dio muestras de particular heroísmo.


Sable usado por Carlos V de Borbón. Legado Valde-espina. Museo Carlista de Madrid

O el fajín de general del propio Carlos VII, que regaló al mismo Juan Nepomuceno Orbe a través de carta del 6 de enero de 1890 (archivo del marqués de Valde-espina) en la que se lee: “Entrego al coronel Sarasola, para ti, una de las fajas de Capitán General que usé en la guerra, y que con tantos gloriosos encuentros saludaron las balas. Si Dios quiere que un día vuelva yo a España, estaré orgulloso de vértelo ceñido. Si no, légala a tus hijos, como testimonio de la justicia del Rey, del cariño de un amigo y del entusiasmo de un compañero de armas…”.


Fajín de Carlos VII, regalo a Tte Gral Juan Nepomuceno de Orbe. Legado Valde-espina. Museo Carlista de Madrid

También forman parte del legado el extraordinario conjunto de condecoraciones de los marqueses de Valde-espina, incluida la chapa de la boina de Juan Nepomuceno de Orbe, con los entorchados de su graduación y la cifra C7 de su rey, a las que acompañan las bocamangas de su uniforme de teniente general del Ejército Real.


Vitrina condecoraciones marqueses de Valde-espina, Museo Carlista de Madrid

Elementos del uniforme del IV marqués de Valde-espina y fotos de él, su hijo José María y José Sánchez, su ayudante

Junto a ello, otros valiosos objetos que el visitante podrá contemplar en el Museo como parte de este legado, son una medalla de la Orden de Carlos III que perteneció al mismo Zumalacárregui; un gran sello real usado por Carlos VII; un anteojo militar del marqués de Valde-espina en la Tercera Guerra; el fajín del teniente general de Don Antonio Lizárraga, que dejó en herencia a quien fue su superior en el ejército carlista; fotografías dedicadas por el rey, y otros varios objetos curiosos o anecdóticos -como el cuadro burlón de un voluntario carlista a lomos de un burro- cuya contemplación no puede sino conmover y suscitar emoción en cualquier amante de la Causa tradicionalista.


Gran sello que perteneció a Carlos VII. Legado Valde-espina. Museo Carlista de Madrid

La posibilidad de contemplar el legado Valde-espina en el Museo Carlista de Madrid es la mejor demostración del interés de reunir y poner en valor, como se dice ahora, tantos recuerdos de historia del Carlismo para ponerlos al servicio de la Causa, facilitando a las nuevas generaciones su acercamiento a una parte de nuestro pasado que, de lo contrario, arrinconada en los libros de texto pero también en los arcones y armarios familiares, corre el riesgo de ser completamente ignorada y olvidada.

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