Si bien conocemos varias fotografías y bastantes grabados del conde de Montemolín, son escasísimos los retratos en pintura de Don Carlos Luis de Borbón, el primogénito del rey Carlos V conocido como Carlos VI en la dinastía carlista. Su vida azarosa de exilado, con la necesidad de cambiar continuamente de residencia, y su muerte relativamente prematura -faltaban un par de semanas para que cumpliera los 43 años- dieron poca opción a que el arte inmortalizara su figura. De hecho, y juntamente con su hermano y sucesor Don Juan, es probablemente el miembro de la dinastía menos retratado por los pintores, hasta el punto de sólo conocerse de él dos retratos al óleo.
El primero de ellos se trata de un cuadro de forma ovalada y que parece ser un óleo sobre lienzo de tamaño medio, o acaso una miniatura. El retrato pertenece al marquesado de la Lealtad, por lo que no hemos podido tener acceso directo al mismo, al que conocemos sólo a través de algunas fotografías en blanco y negro.
El conde de Montemolín luce levitón, como en las fotografías carte de visite que se conservan, sin mostrar ningún tipo de condecoración o distintivo. Caso este distinto del de los grabados, donde frecuentemente aparece representado luciendo la banda y placa de la Real Orden de Carlos III, que le fue concedida por su tío Fernando VII conjuntamente con la condición de Infante de España, al igual que haría después con sus hermanos Juan y Fernando
El otro retrato, sin fecha ni firma, forma parte de la magnífica colección de recuerdos carlistas de Don Iñigo Pérez de Rada y su Museo de Tabar. Se trataría en este caso -puesto que la atribución no podemos asegurarla- de una imagen del Conde de Montemolín de edad más avanzada, en la que los rasgos fisonómicos son más cercanos a los del grabado dibujado por Capuz y publicado en El Museo Universal.
Y eso es todo, concluyendo aquí la escasísima pinacoteca montemoliniana de la que tenemos conocimiento.
Es por esta escasez de retratos pintados de quien fue segundo monarca carlista, por lo que resulta de gran interés el retrato del Conde de Montemolín pintado por la reconocida artista Carmen Gorbe Sánchez para el Museo Carlista de Madrid.
El retrato, de sólo 20x30 cm, se inspira en el grabado de Don Carlos Luis existente en el Museo Romántico. En él aparece Don Carlos Luis en el esplendor no sólo de su juventud, sino también de su condición real, en los días de su estancia en Londres, donde fue aclamado por la élite de Inglaterra como legítimo Pretendiente al trono español. Un nuevo alzamiento en España reivindicaba con las armas sus derechos, y el corazón del conde latía aceleradamente subyugado por los encantos de una noble dama inglesa. Después vendrían la derrota, los desengaños y el triste episodio de San Carlos de la Rápita, rematados por unas infaustas fiebres tifoideas que le costarían la vida cuando era todavía mucho lo que podía esperar de la ella.
El retrato de Carmen Gorbe muestra a Don Carlos Luís vestido de levitón gris oscuro, con chaleco claro y corbata formando un lazo, parcialmente tapada por la venera de la Insigne Orden de Toisón de Oro que pende de su cuello. Cruzando el pecho, le adorna la banda de raso de la Real Orden de Carlos III, cuya placa en estrella, con flores de lis y la imagen de la Inmaculada en el centro, luce a la izquierda de su pecho.
A falta de que el tiempo la consagre, y cubra el óleo fresco por esa pátina que sólo el paso de los años es capaz de dar, podemos ya afirmar que el retrato del Conde de Montemolín realizado por Carmen Gorbe -realismo siempre, trazo seguro en el dibujo, elegancia y equilibrio en la composición y los colores- está llamado a convertirse en un clásico de la iconografía del segundo rey carlista y una valiosa pieza de la colección, cada vez más destacada, del Museo Carlista de Madrid.
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